Crónica de unas vacaciones anunciadas

No me conecté ni siquiera para revisar mails. Lo único que extrañé de la web fue postear. Viví feliz sin Internet. Se puede, sépanlo.

Disfruté cada instante. Dormí cuanto quise y paseé mucho.

Me divertí con mis primos. Comí mucho. No engordé nada.

Chusmeé con mi tía. Contesté con un rotundo “no” a las mismas mil preguntas que me hizo mi abuela de si tengo novio.

Entablé las típicas charlas sobre hombres con las mujeres de la familia.

Me avergoncé ante cada cordobés con el que mi tía me quería enganchar.

Bialé. Tomé. Reí y mucho. La pase genial.

Anduve por las sierras trepando entre las piedras.

Compré alfajores y un llavero para mi colección.

Volví a los típicos puntos estratégicos de Córdoba: los diques, los ríos, y Carlos Paz. Me quedé con ganas de Mina Clavero.

Y volví. Acá estoy. Acá me tienen, de vuelta al ruedo.

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